¡A comer!

Historietas mundanas, básicamente, de lo que sucede cuando uno va a comer!

Provecho!



14.11.13

EL POLLO ROSTIZADO

Domingo en la mañana, terminamos de desayunar y ya estamos pensando en que vamos a comer mientras recogemos la mesa.  Después de echar propuestas al aire, será pollo rostizado. Existe un lugar ya predilecto, no solo por su sabor, sino también porque nunca nos hemos enfermado ahí.  Es difícil decirlo, pero considerando mis pobres defensas estomacales, lo tengo que tomar en cuenta.  Entonces, queda la hora, ¡2 PM!

Llega el momento y estoy en camino al destino.  Al llegar, el lugar se encuentra envuelto en humo y ceniza en el aire.  Están moviendo los carbones de un lugar a otro, para ajustar el calor y en la esquina izquierda están colocando nuevo carbón.  Me perturba el aroma.  Huele a mi infancia.

No nací en rancho, ni mucho menos rodeado de vacas o corderos o conejitos saltarines.  Nací en una ciudad, pero con la fortuna de llegar a una familia que si algo le gusta, es comer.  Los recuerdos pasan por mi mente.  Vamos a comprar los pollos -trés, para ser exactos, porque entre mi hermano mayor y yo a nuestros 15 y 14 respectivos, nos comemos uno cada quién- chiles curados, tortillas y la clásica ensaladita de codito.  Nuevamente en el coche, vamos "al lugar favorito" de mi padre para comer pollos rostizados.

Llegamos al lugar, en una calle ancha que rodea una colonia adinerada.  De un lado, el lago, del otro una barda alta con palmeras delineando la banqueta.  Ahí, con un mantel seleccionado por mi madre para la ocasión -siempre llevaba el mismo mantel-, nos comeremos los pollos.  Algo tan simple, marco tanto mi vida.

Suena el golpeteo de la parrilla en su base y regreso en un parpadeo al presente.  Nueva escena.  Un grupo de arquitectos sin título, esperan su orden.  Un señor que llega en un "Mercedes", una señora y su bebé, al igual que yo, esperamos los respectivos alimentos.  Solo hay un enfoque.  Todos los ojos están direccionados a un solo lugar.  La parrilla y claro, los pollos.  Todos observamos al parrillero trabajando.  En un instante, este personaje toca la vida de todos.  Es un Dios.  Todo, absolutamente todo, está en silencio.  En ese momento, no importa lo que has logrado en tu vida, lo que has perdido en la otra, lo que vas a hacer mañana.  Lo único que importa, es observar y escuchar como se cocen los pollos.  Aquí, frente a los pollos, todos somos iguales.

El parrillero, constante con el volteo de los pollos, comienza a despacharnos y a entregar los pollos que son "´pa la moto".  Me entregan las viandas y en ese momento, me "cae el veinte".  Es mí turno.  Ahora yo disfrutaré con mi hijo y mi esposa un pollito, en la ladera de una montaña, donde hay una colonia adinerada, con el mar de un lado y del otro, una barda, delineada por palmeras.

La vida acaba de pasar ante mis ojos.

¡A comer!


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